AGUSTÍN AGUALONGO: LA PERSONIFICACIÓN DE LA LEALTAD

Para finalizar esta serie de entradas sobre aquellos amerindios y mestizos que lucharon a favor del Imperio Español durante las guerras de independencia hispanoamericanas resulta imprescindible hablar de Agustín Agualongo. Esta destacada figura histórica de raza mestiza lideró la resistencia neogranadina tras los terribles acontecimientos de la Navidad Negra que relaté en mi anterior entrada.

Juan Agustín Agualongo Cisneros nació el 25 de agosto de 1780 en la ciudad de San Juan de Pasto. Después de una infancia tranquila se cree que trabajó como pintor hasta el comienzo de la guerra en donde decide tomar parte de forma activa. Desde entonces la vida de Agustín Agualongo estaría estrechamente ligada a la tenaz resistencia de su ciudad natal narrada en profundidad en mi anterior entrada. Para aquellos que no hayan leído la susodicha entrada les aconsejo hacerlo pues complementa a ésta en algunos sucesos que no voy a relatar de nuevo para no ser redundante.

El 7 de marzo de 1811 se presenta como voluntario para formar parte de la milicia realista que estaba reclutando el cabildo de Pasto para defender al municipio de las tropas insurgentes enviadas por la junta de gobierno de Quito. Ingresa entonces en la Tercera Compañía de Milicias del Rey donde fue descrito de la siguiente manera según su ficha militar:

Agualongo era de baja estatura, pues sólo medía un metro con cuarenta centímetros; tenía pelo y cejas negras, ojos pardos, nariz regular, poca barba y una mancha como carate debajo de los ojos; era cari abultado, tenía color prieto y bastante abultado el labio superior. Esas características y sus apellidos de origen español, lo clasificaban como mestizo

Tras la caída de San Juan de Pasto participa en su reconquista el 20 de mayo de 1812 logrando así su primer ascenso a cabo del ejército español. Agustín Agualongo vuelve a ascender a sargento en mayo de 1814 tras formar parte del contingente que evitó la toma de ciudad natal por parte de las tropas secesionistas lideradas por el general Antonio Nariño. Su vertiginosa carrera militar continúa en la Batalla de la Cuchilla del Tambo producida el 29 de junio de 1816. Este combate finaliza con una decisiva victoria del bando realista que pone fin a la breve existencia de las Provincias Unidas de Nueva Granada reinstaurándose el Virreinato de Nueva Granada. Debido a su participación en esta batalla Agustín Agualongo logra un nuevo ascenso a subteniente.

Después de la proclamación de la República de Colombia el 19 de agosto de 1819 (constituida realmente el 17 de diciembre de ese mismo año), el militar pastuso consigue reagrupar a los efectivos realistas que aún quedaban desperdigados por el extinto virreinato neogranadino en San Juan de Pasto. Esta muestra de lealtad inquebrantable al Imperio Español le sirve para ascender a teniente. El 12 de septiembre de 1821 se libra la Segunda Batalla de Huachi donde el bando realista derrota a las tropas independentistas dirigidas por Antonio José de Sucre. Esta nueva victoria en plena descomposición del Imperio Español lleva a algunos a pensar que la participación de Agustín Agualongo en las batallas trae consigo una buena suerte atribuida a la divina providencia. Como recompensa a su actuación vuelve a conseguir un ascenso al rango de capitán. Después de la capitulación de la localidad de Pasto el 8 de junio de 1822 por las tropas independentistas lideradas por Simón Bolívar, los pastusos se rebelan ante el dominio republicano retomando el control de su ciudad en septiembre de ese mismo año gracias a la determinación de algunos militares realistas entre los que se encontraba Agustín Agualongo. Tras la victoria lograda por los realistas pastusos en la Segunda Batalla de la Cuchilla de Taindala acontecida el 24 de noviembre de 1822, se produciría la masacre de la Navidad Negra de San Juan de Pasto justo un mes después. El día anterior a la matanza llegó a la ciudad la noticia de que un enorme contingente republicano dirigido por Antonio José de Sucre había atravesado el río Guáitara. Agustín Agualongo partió entonces de Pasto en una desesperada búsqueda de refuerzos en vista de la enorme superioridad numérica del bando separatista. Por desgracia no hubo tiempo ni milicianos suficientes para defender a su ciudad natal de la inmensa hecatombe que se le venía encima.

Agustín Agualongo
Agustín Agualongo
A pesar del exterminio que se produjo durante la Navidad Negra, los pastusos consiguen recuperarse para seguir luchando por la defensa de España. Agustín Agualongo se convierte entonces en el líder indiscutible de la resistencia pastusa creando una nueva milicia escasamente armada con machetes, garrotes y lanzas. El 11 de junio de 1823 atacan a las tropas republicanas dirigidas por el general Juan José Flores logrando contra todo pronóstico reconquistar San Juan de Pasto, lo que convierte a la ciudad en un indiscutible bastión de la resistencia española. Debido a esta enésima reconquista el líder mestizo consigue ascender a coronel. Tras este nuevo éxito, la milicia pastusa encabezada por Agustín Agualongo emprende una marcha hacia el municipio de Ibarra. El 12 de julio de 1823 llega a dicha ciudad logrando un fuerte apoyo para la causa española. Mientras tanto Simón Bolívar parte veloz hacia la localidad de Ibarra para acabar personalmente con la resistencia pastusa que tantos quebraderos de cabeza le había ocasionado. Antes de la inminente batalla entre los líderes de ambos bandos, Agustín Agualongo escribe junto a Estanislao Merchancano una carta de arenga donde dice lo siguiente:

“En vista de esto, ¿qué esperáis fieles pastusos?. Armaos de una santa intrepidez para defender nuestra santa causa y consolaos con que el cielo está de nuestra parte. Los soldados antes adictos al bárbaro y maldito sistema de Colombia, se hallan dispuestos a defender en vuestra compañía los derechos del Rey con vigor y el más vivo entusiasmo. Así crezca en nosotros el valor, la fuerza y la intrepidez a la defensa, para que de esta suerte, venciendo siempre a los enemigos de nuestra religión y quietud, vivamos felices en nuestro suelo bajo la más benigna dominación del más piadoso rey Don Fernando VII”

Finalmente el 17 de julio de 1823 se produce la Batalla de Ibarra en donde las tropas realistas son derrotadas por el ejército independentista. Sin embargo esta derrota no quiebra la férrea voluntad de Agustín Agualongo que regresa a su ciudad natal tomada nuevamente por las fuerzas republicanas en su ausencia. El 18 de agosto de 1823 el líder pastuso reconquista una vez más la ciudad-talismán de la resistencia realista lo que aumenta su fama de irreductible hasta límites insospechados. Después de un tiempo el líder mestizo decide abandonar San Juan de Pasto en vista de la debilidad de una milicia realista notablemente mermada tras más de una década de resistencia. Las tropas realistas se refugian entonces en las montañas de la región en lo que supondría la etapa final de la guerra de guerrillas del extinto Virreinato de Nueva Granada. No obstante la milicia pastusa liderada por Agustín de Agualongo vuelve a reconquistar la ciudad de Pasto por última vez a mediados de mayo de 1824, tras derrotar de nuevo al ejército republicano dirigido por el general Juan José Flores. Esta nueva victoria es la que permite al líder pastuso alcanzar el máximo rango militar de General de Brigada de los Ejércitos del Rey.

Pero apenas unas semanas después las fuerzas secesionistas logran tomar San Juan de Pasto provocando la huída de lo poco que quedaba de las tropas realistas incluyendo a su líder. La última batalla en la que participa Agustín Agualongo se produce a principios de junio de 1824 en la localidad de Barbacoas donde resulta herido de una pierna. El 24 de junio de 1824 es capturado por el bando republicano tras la traición del entonces militar José María Obando que le había prometido ayudarle en su lucha por la defensa del Imperio Español. Agustín Agualongo es trasladado como prisionero a la ciudad de Popayán y posteriormente se le ofrece la posibilidad de perdonarle la vida a cambio de jurar lealtad a la constitución de la República de Colombia. Es entonces donde el líder mestizo en un acto de enorme integridad y nobleza responde de forma tan escueta como tajante: “¡Nunca!”

Después de esta categórica respuesta es juzgado y condenado a muerte por un pelotón de fusilamiento. Agustín Agualongo al enterarse de su condena demandó que se le permitiera ser fusilado con su uniforme de coronel del ejército español como finalmente sucedería. El 13 de julio de 1824 se dispuso frente al pelotón de fusilamiento con su uniforme y los ojos al descubierto pues según sus palabras:

Quiero morir cara al sol, mirando a la muerte de frente, soy hijo de mi estirpe, quiero morir con mi uniforme, no me venden los ojos, quiero morir de frente

Cripta de Agualongo en Pasto
Cripta de Agualongo en la iglesia de San Juan Bautista (Pasto)
El general Agustín Agualongo encaró los momentos previos a su ejecución con gran entereza en donde incluso llegó a afirmar con enorme solemnidad:

Si tuviese veinte vidas, estaría dispuesto a inmolarlas por la Religión Católica y por el Rey de España”

Mientras que en el último instante cuando los fusiles de los militares republicanos ya habían sido cargados, gritó fiel a sus principios: “¡Viva el Rey!”

Agustín Agualongo murió fusilado en Popayán el 13 de julio de 1824 sin conocer que se le había concedido el ascenso al máximo rango de General de Brigada de los Ejércitos del Rey. Pero incluso tras la muerte del líder pastuso, las fuerzas secesionistas seguían preocupadas por un posible nuevo alzamiento de los pastusos. Simón Bolívar mantenía su odio irrefrenable y su miedo atroz por el pueblo pastuso. El 21 de octubre de 1825 se encontraba en el municipio de Potosí cuando escribió una carta dirigida a Francisco de Paula Santander en la que decía lo siguiente:

Los pastusos debe ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte dando aquel país a una colonia militar. De otro modo, Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos aunque demasiado merecidos…”

Simón Bolívar era consciente de que las atrocidades cometidas por el ejército independentista en San Juan de Pasto nunca se olvidarían y menos después de la Navidad Negra. Su plan consistía en una especie de “solución final” que recuerda a épocas mucho más recientes de la Historia. Por suerte el líder separatista murió antes de llevar a cabo esta macabra idea que hubiera supuesto la eliminación absoluta de todos los pastusos y en definitiva el genocidio del pueblo pastuso.

Agustín Agualongo fue un hombre extraordinario de pequeña envergadura pero de enorme nobleza. Valga como ejemplo su actuación tras la reconquista de San Juan de Pasto el 18 de agosto de 1823 en donde el líder pastuso dio alcance al general Pedro Alcántara Herrán. El militar secesionista comenzó a suplicar de rodillas que no lo matara y Agustín Agualongo le respondió: “Yo no mato rendidos”

Esta célebre frase contiene una denuncia implícita al ejercito republicano debido a que los prisioneros realistas solían acabar fusilados por sus carceleros independentistas. Cabe destacar además que los pastusos perdonaron la vida a una serie de personajes secesionistas como Antonio Nariño o el propio Pedro Alcántara Herrán. Pero Agustín Agualongo era también un hombre que como sus paisanos de la época tenía la suficiente perspectiva como para presagiar las grandes penurias que traería consigo la independencia incluso hasta nuestros días. Al igual que el auto del cabildo de San Juan de Pasto sorprenden sus premonitorias palabras: “Yo sé que la separación sólo traerá calamidades

               

Agustín Agualongo tenía una serie de cualidades (honor, integridad, nobleza y lealtad) que jamás estarían al alcance de quienes traicionaron a su patria en favor de unos países que han negado sus raíces hispanas a la vez que han supuesto el origen de una corrupción endémica que ha desembocado en el actual subdesarrollo de Hispanoamérica. Un hombre que en sólo 13 años de carrera militar consiguió ascender al escalafón más alto del ejército español y que prefirió morir con nobleza fiel a sus ideales antes que vivir con una denigrante traición a su patria. Todo esto convierte a Agustín Agualongo en el mayor patriota español nacido en América. El líder mestizo es un héroe para los que reivindicamos la reunificación de la Hispanidad y un ejemplo de nobleza para todos independientemente de nuestras ideas. Pero sobre todo Agustín Agualongo es el reflejo de todo un imperio que como él mismo había surgido del mestizaje.

Por ello desde aquí quiero rendirle el mayor de mis tributos a la vez que honrar la memoria de un hombre que por su arrojo y honor se ha convertido en una de esas leyendas que perdurarán hasta el fin de los tiempos. Alguien que sin ser militar luchó y murió por defender la unidad de la Hispanidad llegado el momento. Como bien dicen los pastusos: ¡Agualongo vive!

Postdata – En esta serie de entradas he criticado con dureza la omisión o tergiversación de ciertos hechos históricos que no convienen a los gobiernos hispanoamericanos. Por ello incluyo un par de vídeos para destacar el reconocimiento al líder pastuso que realizan tanto el canal de televisión “Señal Colombia” como la propia alcaldía de San Juan de Pasto.